En un mundo de pantallas y prisa, escribir a mano es un acto de pausa. De aislamiento necesario. De honestidad hacia ti misma.

Hay una pregunta que detiene:"¿Qué sientes?"No qué piensas. Qué sientes.La respuesta no llega. Porque llevamos años entrenados para analizar, resolver, avanzar. No para sentir.El cuerpo lo sabe. Lo guarda en la postura, en la tensión del cuello, en esa respiración superficial que ya ni notas.Y la mente sigue. Sin freno.
Recuerdo dos noches que me enseñaron la misma lección.La primera, con 7 años, cuando mi madre y yo dejamos España para cruzar Bolivia en autobús. Año y medio de Norte a Sur, de Este a Oeste.Una noche, atravesando los valles bolivianos, debía dormir. Pero no podía.Jamás había visto un cielo tan vivo. Estrellas fugaces cayendo por todas partes.Tal como escribí a la mañana siguiente:"yo no podía pedir deseos porque caían muchas y si pedía en una me perdía en otra".Ese momento del cielo estrellado por la ventanilla lo he llevado conmigo toda la vida. Haberlo escrito me garantiza que no lo soñé. Me ancló al primer instante en que fui testigo de la inmensidad que se despliega ante nuestros ojos.La segunda noche llegó décadas después, en mi piso de Madrid. Había pasado el día entero en la oficina. El diálogo mental era interminable.Me senté en la esterilla, como siempre. Cerré los ojos. Intenté respirar.Pero los pensamientos iban más rápido que mi respiración. Cada intento de calmarme me angustiaba más.Abrí los ojos. Cogí tres folios en blanco. Y escribí. No fue poético. Fue necesario.Entre esas dos noches, el mismo gesto: escribir para sostener lo que la mente no puede procesar sola.
Continua leyendo si..
Trabajas sentada. Delante de una pantalla. Vives en tu cabeza.
Cuando te preguntan "¿qué sientes?" no sabes qué responder. Quizás puedas hablar de lo que piensas.
Quizás has probado la meditación. Las Respiraciones guiadas.
Nada funciona. Porque tu mente no para.
Sí, esto es para ti.
Quién soy y por qué hago esto
Ese gesto de escribir se convirtió en mi forma de vida.Un familiar me regaló aquel diario de páginas azules en Sudamérica. En la primera página escribí:"Hola amigos, en este diario compartiremos 'grades' aventuras".Errores ortográficos incluidos. Verdad absoluta.Ese diario aún lo conservo. Y la costumbre de escribir para sostener lo que la mente no alcanza, también.

Desde muy temprano, supe que las palabras crean realidades. Externas, sí, pero también internas.Realidades propias y realidades de quienes nos rodean.Por eso me formé como periodista. Por ponerme al servicio de las palabras que crean el mundo que percibimos.Con los años, entendí que parte de la realidad que percibimos tiene más que ver con nuestra realidad interna.Este descubrimiento se intensificó cuando el estrés me obligó a encontrar respuestas reales, no teóricas sobre lo que me pasaba.E inicié mi propia búsqueda. Devoré libros.Me formé en herramientas que potenciaron mi mirada, además de enseñarme a acompañar a otras personas.Por decir algunas:
· Hatha Yoga (200h) y Yoga Nidra (100h) - Escuela Kavaalya.
· Coach Ecointegrativa (500h) - Escuela Eleva.
· Journaling Therapist - Kay Adams, Barcelona.No llevo 20 años dando clases. Pero llevo más de 20 años enfrentándome a la hoja en blanco.Años afinando las preguntas que llevan a lugares interesantes y, quizás, a respuestas que no encuentras con el diálogo mental.Años aprendiendo a conectar mente, cuerpo y escritura para sentir paz.
El método que trajo bienestar a mi vida
Lo que descubrí en ese proceso es que no es yoga. No es terapia tradicional. Es otra cosa.Una forma de conectar mente y cuerpo con la palabra. De bajar de la cabeza a lo que realmente habita en nosotras.Primero, el cuerpo.Solo necesitas una esterilla. O una alfombra. Un lugar donde parar.El objetivo no es físico.Aunque el movimiento y la atención en la respiración son necesarios para empezar a sentir qué ocurre dentro cuando te detienes.Es preparar el terreno. Para la introspección. Para la apertura de lo que viene después.No necesitas experiencia. Ni flexibilidad. Ni una determinada forma física.Después, la escritura.Aquí necesitas la herramienta que todo lo sostiene: una hoja en blanco. Y un bolígrafo.A partir de las preguntas que te propondré, solo tendrás que responder con honestidad.Responderte con honestidad.
Nada más.Finalmente, integración.Has bajado al cuerpo. Has plasmado lo que ha emergido en esa bajada. Lo que la mente no está acostumbrada a procesar.Este es el cierre. Para que los descubrimientos no se evaporen en cuanto cierres tu cuaderno.
Esto NO es para ti si:· Buscas clases de yoga físico.· Quieres encontrar motivación o consuelo.· Esperas resultados sin hacer un trabajo interno que es tuyo y personal.Esto SÍ es para ti si:· Vives en tu cabeza y necesitas aprender un método que te traiga paz mental.· Buscas herramientas y un acompañamiento para tu autoconocimiento y autonomía emocional.· Estás dispuesta a ser honesta contigo misma a través enfrentándote a la hoja en blanco.
Una propuesta íntima (solo para 100 personas)
Durante años, he documentado en mis libretas una historia personal que me ha costado sacar a la luz.Pero que ha sido la receta que he ido perfeccionando para crear este método.Un proceso de transformación que no es lineal, que no es bonito, pero que es real.Voy a compartir esa historia y ese método solo con las primeras 100 personas que se apunten.Un grupo pequeño. Cerrado.Correos donde no te cuento teoría. Te cuento lo vivido. Las preguntas que me hice. Los momentos en que funcionó y los que no. La intimidad de lo que escribí en esas libretas.Después, según la respuesta de esas 100 personas, decidiré si lo abro o si lo mantengo cerrado.No sé si esto es para ti.Solo sé que si buscas profundidad real, si estás dispuesta a acompañarme en un espacio de vulnerabilidad compartida, este es tu lugar.
99 correos para llegar a los 100
P.D.: Lo de los 100 correos no es marketing. Es filtro. Hay historias que no se cuentan a todo el mundo. Solo a quien busca algo real. Sin prisa. Sin ruido.
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